por David B Werner

Según lo planeado, a mediados de noviembre de 2015, mi gran amigo Polo Ribota y yo partimos en un largo viaje desde Mazatlán, Sinaloa, a Nogales, Sonora, en la frontera de EE. UU. Nuestro objetivo era visitar ARSOBO: proyectos para la inclusión en la frontera de Arizona y Sonora, lo cual consiste de un taller en donde las personas con discapacidad hacen ayudas funcionales para otras personas con discapacidade. Acompañándonos estaba Tomás Magallanes, un joven con secuelas de poliomielitis, que fue llevado por primera vez a PROJIMO por su madre, a la edad de seis años, para que le hicieran aparatos ortopédicos. Cuando se hizo adulto, Tomás trabajó durante varios años en el taller de sillas de ruedas en PROJIMO Duranguito. Esperaba que ARSOBO aceptara a Tomás como aprendiz para mejorar sus habilidades en la fabricación de sillas de ruedas y que pudiera aprender algunas de las nuevas técnicas desarrolladas en este programa fronterizo.

Mi visita a ARSOBO había quedado pendiente durante varios años. Desde la etapa inicial de planificación, su fundador, el Dr. Boris “Duke” Duncan de la Universidad de Arizona, había estado analizando mis ideas sobre cómo comenzar el programa, cuáles deberían ser sus actividades principales, y el enfoque general. Durante años, había imaginado facilitar algún tipo de programa de servicio para personas con discapacidad de la frontera entre México y Estados Unidos, en respuesta a la enorme necesidad insatisfecha de una gran población empobrecida.

Cuando Duke leyó mis libros y boletines informativos sobre los programas PROJIMO, dirigidos por personas con discapacidad, tenía ánimo por ayudar a iniciar un esfuerzo similar en Nogales, en el lado mexicano de la frontera. Comenzó a mantener correspondencia conmigo y con los miembros del equipo de PROJIMO. Y finalmente visitó los programas en Sinaloa con algunas de las personas que había reclutado para comenzar ARSOBO.

Un Comienzo Inestable

Se necesitaron más de dos años de altibajos hasta que el nuevo programa, ARSOBO, finalmente despegó. A diferencia de PROJIMO Coyotitán, con su amplia gama de servicios de rehabilitación, se decidió que ARSOBO centraría sus servicios en la producción y adaptación de tres tipos de ayudas funcionales que se necesitan con más frecuencia: sillas de ruedas, prótesis y aparatos auditivos.

Durante la fase de planificación y puesta en marcha de ARSOBO, Duke estuvo en contacto frecuente conmigo: sobre el diseño físico de los talleres, la búsqueda de técnicos con discapacidad dedicados e interesados en el proyecto, sobre asuntos financieros y sobre cómo abrir un camino a través del laberinto de la burocracia y las reglas del juego de la ciudad fronteriza. Una y otra vez, el Club Rotario local, las organizaciones políticas y los programas de servicios gubernamentales hicieron grandes promesas de ayudar, solo para retirarse al final.

La clave para que ARSOBO actuara de forma coordinada fue encontrar a un gerente talentoso y altamente dedicado, Francisco (Kiko) Trujillo, que ha podido unir los cabos sueltos y supervisar un proceso de producción bien organizado. Además, una junta directiva activa ha hecho un gran trabajo en la recaudación de fondos, la promoción y la búsqueda de herramientas y suministros.

Encontrar técnicos con discapacidad competentes para dirigir los diferentes talleres fue un gran desafío. Al final resultó que, los técnicos principales reclutados para dos de los tres talleres eran ex trabajadores de PROJIMO: Gabriel Zepeda (un usuario de silla de ruedas parapléjico) para el taller de sillas de ruedas y Alberto (un amputado por encima de la rodilla) en la fabricación de prótesis de pierna.

Gabriel y la Silla de Ruedas Whirlwind (Torbellino)

Gabriel Zepeda

Después de quedar parapléjico en un accidente automovilístico hace más de 20 años, Gabriel había sido llevado a PROJIMO para su rehabilitación. Fue cuando el programa se ubicaba en el pueblo de Ajoya, en la Sierra Madre, antes de mudarse a su base en el poblado de Coyotitán, más cerca de la costa, debido a todo el tráfico de drogas y la violencia que convirtieron a Ajoya en un pueblo fantasma. Durante su rehabilitación, Gabriel comenzó a ayudar en el taller de sillas de ruedas, y con el tiempo se convirtió en un maestro en la fabricación de las mismas. Muchas de las habilidades las aprendió de Ralf Hotchkiss, un ingeniero de rehabilitación parapléjico que diseñó la silla de ruedas todo terreno Whirlwind o Rough Rider, mejor conocida como Torbellino; dirigió un centro de capacitación para la construcción de sillas de ruedas en la Universidad de San Francisco. Finalmente, Ralf invitó a Gabriel a San Francisco para ayudarlo a mejorar sus habilidades y, posteriormente, para enseñar en el curso práctico de capacitación en la universidad.

Años más tarde, cuando el programa de construcción de sillas de ruedas PROJIMO Duranguito se separó de lo que ahora es el programa de rehabilitación comunitaria PROJIMO Coyotitán, Gabriel vino a ayudar a capacitar a nuevos trabajadores, en Duranguito. Su plan era quedarse dos meses, pero terminó quedándose cuatro años. Bajo la dirección de Gabriel, el taller de Duranguito comenzó a producir una amplia gama de sillas de ruedas adaptadas hábilmente a las necesidades individuales de cada niño. (Ver sillas de ruedas hechas en PROJIMO Duranguito.)

Finalmente, Gabriel dejó Duranguito y ayudó a iniciar otros dos nuevos programas de fabricación de sillas de ruedas, nuevamente con trabajadores con discapacidad, primero en el estado de Nayarit y luego en Colima. Sin embargo, ambos programas, creados para proporcionar sillas de ruedas gratuitas o de muy bajo costo a los niños de familias pobres, tuvieron dificultades para mantenerse a flote.

Cuando Gabriel aceptó la oferta de unirse al programa emergente ARSOBO en Nogales, con él se fue otro ex constructor de sillas de ruedas PROJIMO Duranguito, Lupito, también con discapacidad. Sin embargo, después de que llegaron Gabriel y Lupito, les llevó casi dos años encontrar un lugar de trabajo adecuado y comenzar una producción estable. Finalmente, Lupito abandonó el barco, pero Gabriel aguantó hasta que finalmente el grupo consiguió prestado un gran almacén viejo, que el equipo convirtió con un gran esfuerzo en talleres y oficinas.

Una vez que se resolvió la logística física, los tres talleres diferentes comenzaron una producción seria. Con Gabriel al timón, la calidad de sus sillas de ruedas diseñadas a medida fue tan impresionante que pronto varios centros de rehabilitación en la ciudad, tanto gubernamentales como no gubernamentales, comenzaron a hacer pedidos. Pronto, dentro de la comunidad de personas con discapacidad de Nogales, ARSOBO se ganó el reconocimiento.

Para los niños pequeños con control limitado de sus cuerpos, en ARSOBO, Gabriel a menudo inserta asientos especiales, con las adaptaciones necesarias, que pueden colocarse en la silla de ruedas o usarse por separado, como asiento para el automóvil y de otra manera.